Me cuesta coger el bolígrafo para escribir estas palabras, palabras que, una vez concentrado y con el folio delante, vuelven a mi mente imágenes que ni en mis peores pesadillas podría haber imaginado.

Estos días tan aciagos que estamos viviendo y que nos quedan por vivir, no voy a decir que nos harán más fuertes, puesto que esto para muchos de nosotros, (y una vez haya acabado), dejarán secuelas para el resto de nuestras vidas. Para cualquier ser humano con un mínimo de empatía, lo sucedido es inasumible, además de inasimilable psicológicamente, el hecho de haber visto destruidas tantas vidas, y en consecuencia, familias devastadas.

En estos momentos tan duros, es cuando uno abre la mente, y puede observar la abnegación, valor, honor y sacrifico de todas las personas que sin descanso, ni miedo al horror, se encuentran excarcelando y desenterrando de lugares fríos y oscuros, lo que antes eran vidas, y ahora son seres inertes. Estas víctimas merecen el descanso, y sobre todo, el descanso de los familiares que se han quedado entre nosotros, y que difícilmente podrán esbozar de nuevo una sonrisa, el 29 de Octubre de cualquier año, del resto de sus vidas.

Jamás en toda mi vida había podido contemplar un escenario de destrucción, devastación y desesperación como el que estamos viviendo en estos momentos. Lugares que conoces de toda una vida, y ahora cuesta orientarse, puesto que ya no existen como antes los habíamos conocido. Kilómetros y kilómetros de autovías y carreteras nacionales, repletas de vehículos abandonados y destruidos, algunos con fallecidos en su interior, y otros que han podido sobrevivir, como si de una película al más estilo postapocalíptico se tratarse.

Lo único que me deja levantarme día a día, y poder seguir adelante, es haber podido vivir en primera persona, como el ser humano, se ha volcado en consolar, ayudar y apoyar, a personas a priori desconocidas, y que han sido tratados por estos, como si de sus familiares se tratasen.

Esta luz que vislumbran la personas cuando su existencia es amenazada, es la que nos da fuerza a todos los que estamos en las tareas de recuperación de seres humanos atrapados por esta Dana, con el fin de seguir trabajando día a día entre tanta oscuridad, en el intento de que todo vuelva a ser como un día fue, sabiendo y siendo consciente, de que esta tragedia, ha apagado parte de la luz que transmitía Valencia y los Valencianos.

Muchos de nosotros hemos perdido familiares, amigos, inmuebles, vehículos, negocios, etc.. pero lo que no hemos perdido, son las ganas de seguir velando, por una tierra que es nuestro hogar y el de nuestras familias.

Ahora todo tiene sentido. Poder ayudar en tanta destrucción, personalmente, me ha llevado a la salvación, sin haber caído en la frustración.